El siglo XIX irrumpe en la historia de España con la conmoción de la Guerra de la Independencia y la subsiguiente promesa, a menudo incumplida, de profundas transformaciones liberales. Este convulso periodo marca el fin del Antiguo Régimen y el inicio de la Edad Contemporánea. Para Cerezo de Río Tirón, esta nueva era supondrá una adaptación constante y no siempre sencilla a los vertiginosos vaivenes políticos, las tensiones sociales y los cambios económicos que sacudirán los cimientos del país. Desde las guerras decimonónicas que asolaron el territorio hasta los complejos desafíos del siglo XXI, la villa y sus gentes serán testigos y, en la medida de sus posibilidades, protagonistas de un cambio acelerado, frecuentemente impuesto desde esferas de poder lejanas, pero siempre filtrado e interpretado a través de su propia idiosincrasia y su arraigado legado histórico, tal como se describió al final de la Edad Moderna.
Este capítulo final se propone trazar, a grandes rasgos y con la perspectiva que ofrece la cercanía temporal, la trayectoria de Cerezo a lo largo de los dos últimos siglos y los albores del presente. Exploraremos cómo la villa y su comunidad enfrentaron las convulsiones del siglo XIX, desde las guerras carlistas que reavivaron viejas disputas hasta las desamortizaciones que transformaron radicalmente la estructura de la propiedad de la tierra. Analizaremos cómo vivió las tensiones y esperanzas de las primeras décadas del siglo XX, la indeleble tragedia de la Guerra Civil y la larga y difícil posguerra. Finalmente, nos aproximaremos a cómo Cerezo se ha adaptado a la llegada de la democracia, a la integración en el proyecto europeo y a los nuevos retos que el mundo rural globalizado plantea en el siglo XXI, reflexionando sobre la crucial importancia de su vasto patrimonio y las perspectivas de futuro para esta histórica villa castellana.
El siglo XIX se desplegó para Cerezo, al igual que para una gran parte de la España rural, como un periodo de notable inestabilidad política y profundos cambios socioeconómicos. La Guerra de la Independencia (1808-1814) contra la invasión napoleónica pudo suponer el paso de tropas francesas o de partidas guerrilleras por la comarca, con las consiguientes y gravosas requisas de alimentos y ganado, así como una sensible alteración de la vida local y la economía agraria. Posteriormente, las Guerras Carlistas, que enfrentaron a isabelinos (liberales) y carlistas (absolutistas y defensores de los fueros tradicionales) en varias contiendas a lo largo del siglo, también pudieron tener un eco significativo en la región, movilizando a hombres, exacerbando divisiones internas y generando un persistente clima de inseguridad y zozobra.
Uno de los procesos más transformadores y de más largo alcance del siglo XIX fue, sin duda, el de la desamortización de los bienes eclesiásticos (impulsada por Mendizábal entre 1836 y 1837) y de los bienes municipales o de propios (promovida por Madoz a partir de 1855). Estas leyes liberales supusieron la venta en pública subasta de ingentes extensiones de tierra, edificios y otras propiedades que habían pertenecido a la Iglesia (monasterios, conventos, cabildos) y a los concejos durante siglos. Para Cerezo, este proceso significaría con toda probabilidad la privatización de importantes fincas rústicas y, posiblemente, de bienes comunales esenciales para la economía de las familias más modestas. Esta redistribución de la propiedad, aunque concebida para modernizar la agricultura y obtener recursos para el Estado, a menudo benefició a la emergente burguesía y a terratenientes ya establecidos, tanto locales como foráneos, y pudo tener consecuencias negativas para los campesinos sin tierra o con pequeñas explotaciones, que dependían de los comunes para su subsistencia.
A nivel administrativo, la creación definitiva de las provincias en 1833, bajo el impulso de Javier de Burgos, consolidaría a la ciudad de Burgos como la capital provincial de referencia, y Cerezo de Río Tirón quedaría encuadrado de forma estable dentro de esta nueva demarcación territorial. La vida política local, por su parte, estaría marcada por la progresiva, aunque a menudo conflictiva, implantación de las instituciones del Estado liberal: ayuntamientos constitucionales elegidos por sufragio (inicialmente muy restringido), juzgados de paz para la administración de la justicia local, y una creciente influencia de la administración provincial y estatal en los asuntos municipales. La pugna entre las facciones liberales y conservadoras, y la pervivencia de redes clientelares, caracterizarían también este periodo.
Las primeras décadas del siglo XX encontraron a Cerezo sumido, con toda probabilidad, en una dinámica de relativo estancamiento económico y demográfico, una situación común a muchas zonas rurales de la Castilla interior, que veían cómo el impulso modernizador se concentraba en las grandes ciudades y en las regiones industriales periféricas. La agricultura, aunque con algunas mejoras paulatinas (introducción de nueva maquinaria, abonos químicos), seguiría siendo la base casi exclusiva de la economía local, pero con técnicas aún muy tradicionales y una productividad limitada por las condiciones climáticas y la estructura de la propiedad. En este contexto, la emigración, tanto hacia los pujantes centros urbanos o industriales de España (Bilbao, Barcelona, Madrid) como hacia América, comenzaría a perfilarse como una constante válvula de escape para el exceso de población o la acuciante falta de oportunidades laborales y vitales en el medio rural.
Socialmente, persistirían las grandes diferencias entre un grupo reducido de grandes y medianos propietarios y una mayoría de pequeños campesinos, arrendatarios, aparceros y jornaleros sin tierra. Esta desigualdad, unida a las difíciles condiciones de vida y trabajo, generaría un terreno abonado para el surgimiento de tensiones sociales, que se agudizarían en momentos de crisis económica o malas cosechas. El fenómeno del caciquismo, entendido como el control de la vida política y social por parte de las élites locales a través de redes clientelares y de influencia, sería una realidad palpable y a menudo asfixiante. No obstante, también llegarían a Cerezo los ecos, aunque quizás atenuados, de las nuevas ideologías y los movimientos sociales (socialismo, anarquismo, sindicalismo agrario) que comenzaban a prender con fuerza entre las clases trabajadoras urbanas y rurales, aunque su implantación efectiva en una villa como Cerezo pudiera ser más tardía, limitada o clandestina que en áreas más industrializadas o con una tradición organizativa obrera más consolidada.
La vida cotidiana, a pesar de estos incipientes cambios y tensiones, seguiría profundamente marcada por los ciclos inmemoriales de la agricultura, las festividades religiosas que pautaban el calendario anual y una sociabilidad tradicional basada en los lazos familiares y vecinales. La mejora de las infraestructuras de comunicación, con la posible llegada del ferrocarril a zonas relativamente cercanas o la paulatina mejora de las carreteras, podría haber facilitado algunos intercambios comerciales y una mayor conexión con el exterior, pero sin llegar a transformar radicalmente la estructura económica y social de la comarca en estas primeras décadas del siglo.
La proclamación de la Segunda República Española en abril de 1931 fue recibida, en Cerezo como en el resto del país, con una mezcla de esperanza por las reformas prometidas y, en algunos sectores, con recelo o abierta hostilidad. Este breve pero intenso periodo (1931-1936) se caracterizó por un ambicioso programa de modernización que abarcaba la reforma agraria, la legislación laboral, la educación, la laicización del Estado y la concesión de estatutos de autonomía. En el contexto local de Cerezo, es de suponer que se formarían agrupaciones políticas y sindicales afines a las nuevas corrientes republicanas y obreras, y que el debate sobre cuestiones como la reforma agraria —particularmente sensible en una economía rural—, la educación o la secularización de la vida pública estaría muy presente en la vida de la villa.
El estallido de la Guerra Civil en julio de 1936, tras el fracasado golpe de Estado contra el gobierno republicano, sumiría a España en una contienda fratricida de tres años de duración. Castilla la Vieja, y por ende la provincia de Burgos, quedaron rápidamente bajo el control del bando sublevado, liderado por el General Franco. Dada esta circunstancia, es altamente probable que Cerezo de Río Tirón no fuera escenario directo de grandes operaciones militares o batallas campales. Sin embargo, sus habitantes sufrirían inevitablemente las duras consecuencias del conflicto: la movilización de sus jóvenes para combatir en los frentes, la implacable represión ejercida contra aquellos considerados afines a la República o simplemente disidentes, la escasez generalizada de alimentos y productos básicos, y la implantación de una férrea economía de guerra y un control social absoluto por parte de las nuevas autoridades.
La guerra, y la posterior victoria del bando franquista, dejarían una profunda y dolorosa herida en la comunidad cerezana, con familias divididas por la ideología o las lealtades, y un legado de miedo, silencio y represalias que perduraría durante décadas. La memoria de estos años oscuros, a menudo conservada en el ámbito familiar o investigada por estudiosos de la historia local, sigue siendo un tema sensible y necesario de abordar para una comprensión completa y cabal de la historia local contemporánea y sus repercusiones en el presente.
La extensa dictadura del General Franco (1939-1975) supuso para Cerezo, al igual que para el conjunto de España, un largo periodo de aislamiento internacional inicial, una política económica de autarquía con graves consecuencias y una profunda, aunque a menudo silenciosa, transformación social. Los primeros años de posguerra, la "larga noche de piedra", estarían marcados por una severa escasez de productos básicos, el racionamiento de alimentos, la reconstrucción de un país devastado y la pervivencia omnipresente de las estructuras de poder y control social impuestas por el régimen vencedor. La agricultura, pilar fundamental de la economía cerezana, seguiría anclada en gran medida en técnicas tradicionales, con escasa modernización y una fuerte intervención estatal a través de organismos como el Servicio Nacional del Trigo.
A partir de la década de 1950 y, de forma mucho más acusada, en los años 60 y principios de los 70, España experimentó un rápido y desordenado desarrollo industrial y urbano, concentrado en ciertas regiones, que tuvo como principal contrapartida un masivo e imparable éxodo rural. Cerezo de Río Tirón no sería ajeno, ni mucho menos, a este trascendental fenómeno demográfico y social. Cientos, quizás miles, de sus habitantes, especialmente los más jóvenes y con menos perspectivas en el campo, emigrarían de forma definitiva hacia Burgos capital, las dinámicas zonas industriales del País Vasco o Cataluña, Madrid, e incluso a países europeos como Francia, Alemania o Suiza, en busca de mejores oportunidades de vida y trabajo. Este intenso proceso de despoblación y el consiguiente envejecimiento de la población residente transformarían profundamente la estructura social, el paisaje humano y la propia viabilidad de la villa y su comarca, dejando un legado de casas vacías y tierras de cultivo abandonadas.
Durante los años del franquismo, la vida local en Cerezo estaría fuertemente controlada por las autoridades del régimen (el alcalde designado, el jefe local del Movimiento Nacional, el puesto de la Guardia Civil) y por una moral católica oficial de carácter rigorista e intransigente. La participación política estaba proscrita y cualquier disidencia era reprimida. Sin embargo, bajo esta superficie de orden aparente y uniformidad impuesta, pervivirían las redes sociales tradicionales, las prácticas culturales locales y una religiosidad popular que, aunque encauzada por las directrices oficiales, se adaptaría a los nuevos tiempos, manteniendo viva la llama de la identidad comunitaria.
La muerte del dictador Franco en noviembre de 1975 y el subsiguiente proceso de Transición a la democracia abrieron una nueva y esperanzadora etapa de libertades políticas y transformaciones socioeconómicas para Cerezo y para toda España. La recuperación de las instituciones democráticas a nivel local, con la celebración de las primeras elecciones municipales libres en 1979, permitiría una mayor participación ciudadana en la gestión de los asuntos públicos y la emergencia de nuevas fuerzas políticas y sociales en el ámbito municipal. La integración de España en la Comunidad Económica Europea (actual Unión Europea) en 1986 también tendría un impacto significativo, especialmente en el sector agrario, a través de la Política Agraria Común (PAC) y la llegada de fondos estructurales y de desarrollo rural, aunque con efectos no siempre unívocamente positivos para las pequeñas explotaciones familiares.
En las últimas décadas, Cerezo de Río Tirón ha enfrentado, y sigue enfrentando, los desafíos comunes a muchas zonas rurales de la denominada "España vaciada" o "España interior": el persistente envejecimiento de la población, la escasez de ciertos servicios públicos esenciales (sanitarios, educativos, financieros), la necesidad imperiosa de diversificar su estructura económica más allá de una agricultura y ganadería cada vez más tecnificadas y con menor capacidad de generar empleo, y la lucha constante por mantener vivas sus tradiciones culturales y su propia identidad como comunidad diferenciada. Sin embargo, también han surgido en este periodo nuevas oportunidades y potencialidades, muchas de ellas ligadas al creciente interés por el turismo rural y de interior, la puesta en valor de su extraordinario y rico patrimonio histórico y natural, y la búsqueda por parte de algunos sectores de la población urbana de una vida más tranquila, saludable y conectada con el entorno natural y rural.
La mejora de las infraestructuras de comunicación, el acceso progresivo a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (internet, telefonía móvil), y el encomiable esfuerzo de sus habitantes, de las asociaciones locales y del propio ayuntamiento por dinamizar la vida cultural, social y económica son elementos clave para afrontar el futuro con un cierto optimismo. La conservación y promoción de su vasto legado histórico, desde los enigmáticos vestigios de la Auca Patricia romana hasta su bien conservado entramado urbano medieval y moderno, se convierte así en un activo fundamental y una palanca para su desarrollo sostenible y la mejora de la calidad de vida de sus vecinos.
Cerezo de Río Tirón atesora un vasto, diverso y, en muchos aspectos, aún por descubrir en su totalidad, patrimonio histórico y natural que constituye su más preciada seña de identidad y un recurso fundamental para su porvenir. Los yacimientos arqueológicos de la antigua Auca Patricia y el imponente Alcázar de Cerasio (cuyas primeras etapas se exploraron en el Capítulo 2 y su contexto romano en el Capítulo 7) son, sin duda, las joyas de la corona de este legado, pero en modo alguno las únicas. El propio entramado urbano de la villa, con sus casonas blasonadas que evocan tiempos de hidalguía, sus iglesias (como San Nicolás, con su rica historia constructiva), y los posibles restos de sus antiguas murallas medievales o modernas, también nos hablan de un pasado de considerable esplendor y complejidad.
La conservación activa de este ingente legado es un desafío constante y una responsabilidad compartida que requiere la implicación decidida y coordinada de las diferentes administraciones públicas (local, provincial, autonómica y estatal), pero también, y de forma muy especial, de la propia comunidad local, verdadera depositaria y guardiana de su herencia. Iniciativas serias y continuadas de investigación arqueológica (más allá de catas puntuales), la restauración y consolidación de monumentos en riesgo, la creación de rutas e itinerarios interpretativos que expliquen y contextualicen los restos, y una promoción turística inteligente y sostenible son herramientas esenciales para que este patrimonio no solo se preserve para las futuras generaciones, sino que también genere riqueza, empleo y nuevas oportunidades para el Cerezo actual. La concienciación ciudadana sobre el incalculable valor de su historia, un tema recurrente en el análisis de su 'trigo y olvido', es, sin duda, el primer y más fundamental paso para asegurar su protección y disfrute.
Junto al patrimonio monumental y arqueológico, el privilegiado entorno natural que rodea a Cerezo de Río Tirón, con el curso fluvial del río Tirón como eje vertebrador, la cercanía de los Montes Obarenes y sus variados paisajes agrícolas tradicionales, ofrece un enorme potencial para el desarrollo del turismo de naturaleza, el senderismo, el cicloturismo y otras actividades de ocio sostenible. La armónica e inteligente integración de la conservación del patrimonio cultural y natural con un modelo de desarrollo económico respetuoso con el medio ambiente y que revierta en la comunidad local es, probablemente, la clave fundamental para el futuro a largo plazo de la villa.
A lo largo de estos once capítulos, hemos emprendido un extenso y, esperamos, revelador viaje a través de los meandros de la historia de Cerezo de Río Tirón, desde sus más remotos orígenes prerromanos hasta los albores mismos del siglo XXI. Hemos sido testigos de cómo este enclave estratégico, en la encrucijada de caminos y culturas, ha presenciado y protagonizado la caída de imperios, el nacimiento de reinos, largos periodos de esplendor y momentos de profunda crisis y transformación. Desde la enigmática Auca Patricia romana, pasando por la Cerasio medieval que vio nacer a Castilla, hasta el Cerezo contemporáneo que se aferra a su identidad mientras mira al futuro, sus gentes han demostrado una y otra vez una admirable capacidad de resiliencia, adaptación y construcción comunitaria frente a los desafíos de cada época.
La extraordinaria riqueza de su patrimonio arqueológico, monumental, documental y cultural es innegable, y su estudio exhaustivo, su conservación efectiva y su adecuada difusión deben constituir una prioridad para todos aquellos que valoran la herencia del pasado. Pero la historia de Cerezo no es únicamente un valioso legado que contemplar con nostalgia; es también, y sobre todo, una potente fuente de inspiración y un activo fundamental para construir el futuro. Conocer y valorar en profundidad sus raíces, comprender las complejas transformaciones que ha experimentado a lo largo de los siglos y los innumerables desafíos que ha logrado superar, puede y debe ayudar a sus habitantes actuales a afrontar con mayor fortaleza, sabiduría y creatividad los retos del presente, y a imaginar y construir un porvenir donde la rica memoria y la singular identidad local sean auténticos motores de desarrollo, cohesión social y bienestar colectivo.
Cerezo de Río Tirón, con su elocuente lema de "trigo y olvido" que hemos intentado matizar y contextualizar, pero también con su inmenso y a menudo infravalorado potencial, sigue teniendo mucho que decir y que ofrecer al mundo. Su historia, como la de tantos otros lugares que condensan la esencia misma de Castilla y de España, es un libro abierto que merece seguir siendo leído con pasión, investigado con rigor y, sobre todo, vivido con compromiso. El futuro de Cerezo dependerá, en última instancia, de la capacidad de sus gentes y de la sociedad en su conjunto para convertir su densa y rica memoria en un proyecto ilusionante y compartido, capaz de generar nuevas oportunidades sin renunciar a su alma milenaria.