El esclarecimiento del origen de Castilla y la verdadera ubicación de Auca Patricia descansa, ineludiblemente, en una relectura atenta y crítica de las fuentes primarias. Entre estas, el Becerro Galicano de San Millán de la Cogolla emerge como un documento de valor excepcional. Sus menciones a "Area Paterniani" y "Aiki Patriciani", como se ha argumentado en detalle, son fundamentales para la tesis que aquí se presenta, tal como subraya la insistencia en consultar "la única fuente y más antigua en el Becerro Galicano de San Millán de la cogolla, en el folio 142 y en el folio 190".
No obstante, el análisis historiográfico no puede limitarse a un único documento, por importante que este sea. Es preciso contrastar la información del Becerro con un amplio espectro de crónicas, cartularios y estudios históricos. Figuras clásicas de la historiografía española, como Fray Prudencio de Sandoval o el Padre Flórez, abordaron estas cuestiones. Sus interpretaciones, si bien valiosas para su tiempo, deben ser sometidas a un nuevo escrutinio a la luz de la evidencia global. Sandoval, por ejemplo, con acceso privilegiado al Becerro como monje emilianense, ya intuyó la conexión entre Auca Patricia y el origen de Castilla, aunque sus propuestas geográficas específicas puedan ser objeto de debate y refinamiento.
Un aspecto metodológico central en la tesis de este libro es la necesidad de discernir entre las fuentes originales y las interpretaciones acumuladas a lo largo de los siglos, que en ocasiones han podido perpetuar errores o desviar la atención de la evidencia más directa. En este contexto, incluso las herramientas modernas de inteligencia artificial (como Bing o Chatsonic), al ser consultadas, tienden a reflejar el conocimiento académico predominante, el cual no siempre se alinea con las conclusiones que emanan de un análisis profundo y localizado de las "trazas cruzadas" observables en Cerezo de Río Tirón.
Por consiguiente, se propugna un retorno riguroso a los textos originales, cuya interpretación debe ser constantemente informada y validada por la evidencia física y arqueológica. Solo así se puede aspirar a construir una narrativa histórica sólida, capaz de reconocer y corregir los posibles sesgos o malentendidos heredados.
La identificación de Cerezo de Río Tirón como la Auca Patricia de las fuentes —y, por extensión, como cuna de Castilla— se sitúa en el corazón de un persistente debate historiográfico. La aparente contradicción o confusión en las fuentes entre términos como "Area Paterniani" y "Auca Patriciani" ha constituido un desafío interpretativo considerable. Sin embargo, la tesis central de este trabajo sostiene con firmeza que "Auca es Oca y Oca es Cerezo de Río Tirón", una conclusión que se apoya tanto en la lógica toponímica como en la evidencia de una continuidad histórica y geográfica en el emplazamiento cerezano.
Esta postura necesariamente contrasta con otras localizaciones propuestas para Auca o para el núcleo fundacional de Castilla. Se argumenta, por ejemplo, contra la identificación del "Area Patriniani Castelle" original con el territorio de Mena o el Valle de Mena, diferenciándolo de la "Auca Patriniani" que se postula como la civitas matriz. Otras hipótesis, que señalan a Castrojeriz, Amaya Patricia (reconocida por algunos como capital del Ducado de Cantabria, pero no necesariamente como el germen de Castilla), o Villafranca Montes de Oca (frecuentemente identificada como la Auca de las fuentes, pero carente de la monumentalidad y extensión que caracterizan a Cerezo), son también sometidas a una revisión crítica basada en la comparativa de evidencias.
La defensa de Cerezo de Río Tirón como Auca Patricia se sustenta, de manera crucial, en la abrumadora evidencia material y arqueológica que allí se manifiesta. Hablamos de una urbe con una extensión documentada de 144 hectáreas, dotada de un urbanismo planificado con un decumanus y un cardo de 1200 metros cada uno. A ello se suman murallas de seis metros de espesor y la presencia de un complejo sistema defensivo y administrativo centrado en el Alcázar. Como se ha insistido gráficamente: "A la teoría de Auka Patricia y el origen de castilla nos sobran tegulas y nos faltan letras. Las demás teorías les faltan tegulas y les sobran letras." La materialidad de Cerezo ofrece un testimonio tangible donde otras teorías se basan en conjeturas o en interpretaciones fragmentarias. Se trata de una "teoría que se puede tocar con los dedos de la mano", privilegiando la evidencia empírica sobre especulaciones menos arraigadas en el terreno.
En este sentido, la coherencia y magnitud de los hallazgos en Cerezo, que se corresponden con las características esperables de una ciudad Patricia y posterior sede condal, ofrecen, según la perspectiva de este estudio, un fundamento más robusto y tangible para explicar el origen de Castilla que cualquier otra alternativa propuesta hasta la fecha.
La arqueología se erige, pues, en la disciplina indispensable para confirmar, detallar y expandir nuestro conocimiento sobre la magnitud del pasado de Cerezo de Río Tirón. Es a través de una investigación sistemática, científica y extensiva de sus numerosos yacimientos que se podrán desentrañar muchos de los misterios que aún persisten y validar las hipótesis planteadas. El llamado a la acción es urgente: "Solo hay que ir a Cerezo y ver sus ruinas con una libreta y empezar a contarlas para hacer un inventario de las mismas antes de que desaparezcan."
Resulta lamentable, en este contexto, la insuficiencia de las intervenciones arqueológicas realizadas hasta ahora. Se ha señalado, por ejemplo, que en el imponente Alcázar de Cerasio apenas se han efectuado "dos catas de un metro cuadrado". Tal aproximación, a todas luces superficial, resulta inadecuada para comprender la complejidad, extensión y cronología de una fortaleza de tal envergadura. Esta carencia de investigación profunda y sistemática ha contribuido significativamente al desconocimiento general y al "olvido" del verdadero potencial histórico del sitio.
Los vestigios que aguardan un estudio riguroso son numerosos y de gran relevancia: las ya mencionadas murallas de hormigón romano de seis metros de espesor que protegían una ciudad de 144 hectáreas; los restos del teatro y el circo romanos, indicativos de una "civitas" con todos los servicios de una capital; el puerto fluvial en el Ebro, clave para la comunicación y el comercio; la red de calzadas que conectaban Auca con el resto de Hispania; y, por supuesto, el potencial hallazgo de más monedas, inscripciones epigráficas y artefactos diversos que puedan arrojar luz sobre la vida cotidiana, la estructura social, la administración y las distintas fases de ocupación. La consigna es clara: es perentorio "excavar el solar del Alcázar de Cerezo y su Alcazaba y el Teatro Romano y el Circo Romano y la ciudad Patricia de Auca."
Un proyecto arqueológico integral, que combine excavaciones extensivas con prospecciones geofísicas, análisis estratigráficos detallados y el estudio interdisciplinar de los materiales recuperados, es la única vía para que la tierra de Cerezo "hable" con toda su elocuencia y revele la plenitud de una historia que ha sido silenciada o infravalorada durante demasiado tiempo.
La expresión "Ruina, trigo y Olvido al origen de Castilla", tan evocadora como recurrente en la argumentación de este estudio, encapsula con una precisión melancólica el destino histórico de Cerezo de Río Tirón. A pesar de la monumentalidad de sus vestigios, que proclaman la existencia de un centro urbano y de poder de primer orden en la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media, su narrativa ha sido frecuentemente relegada, sepultada bajo interpretaciones que, en ocasiones por inercia historiográfica, han favorecido otros emplazamientos quizás menos evidentes pero más consagrados en el discurso tradicional.
El "trigo" que hoy se mece sobre muchas de estas ruinas es un poderoso símbolo: representa la continuidad de la vida agraria, pero también el manto de tierra y tiempo que oculta y protege –y paradójicamente, también condena al olvido– un pasado de esplendor. Se percibe una dolorosa desconexión entre la magnitud de lo que yace bajo el suelo cerezano y el reconocimiento que este legado ha recibido en los anales de la historia oficial. "Nos encontramos en Cerezo de Río Tirón con una ciudad Patricia Romana de 144Ha y con un Alcázar de 1200 metros de largo, y nos dicen que no es nada", se lamenta con frustración ante la minimización de una evidencia tan palmaria.
Este libro, en su conjunto, y este capítulo final en particular, aspiran a rasgar ese velo de olvido. Su propósito fundamental es reivindicar el papel trascendental de Cerezo de Río Tirón, no como un enclave secundario o una mera hipótesis entre otras, sino como la verdadera "cuna y origen de Castilla". Se insta a una reevaluación profunda y valiente de la historia de los orígenes de Castilla, una reevaluación que se fundamente en la contundencia de las "trazas cruzadas" –arqueológicas, documentales, toponímicas y lógicas– que este enclave privilegiado ofrece con generosidad. Es tiempo de que el "olvido" ceda paso al reconocimiento científico y a la divulgación rigurosa, y de que las "ruinas" cubiertas de "trigo" sean finalmente interpretadas como lo que son: los cimientos de una de las empresas históricas más influyentes y de más largo recorrido de la Península Ibérica.